Cristina Goñi Armendáriz considera que, poco a poco, está consiguiendo que no la vean “como un bicho raro” ni cuando conduce un tractor, ni cuando gestiona con precisión técnica el sistema de riego, ni cuando se quiere implicar en la toma de decisiones de la cooperativa a la que pertenece. Por eso se ha convertido en la primera mujer que se va incorporar al Consejo Rector de la Cooperativa de Artajona “con muchas ganas de escuchar, aprender, aportar y sumar”.
No es la primera vez que se presentaba, desde que en 2011 se instaló como agricultora a título principal con su propia explotación de cereal, tanto de regadío como de secano, y de viña. Sin embargo, en las ocasiones anteriores no había sido elegida. “Hay que insistir, estar ahí, ser visible”, explica con entusiasmo, porque “es importante transmitir a más mujeres que el trabajo en el campo da muchas satisfacciones. Cuando finalmente puedes recoger todo el esfuerzo de un proceso que has desarrollado desde el principio, desde la siembra y el cuidado a la recolección, del que conoces toda la trazabilidad hasta la entrega del producto alimentario…es una sensación increíble”. Además, añade, hay que mostrar lo fundamental que es la labor agrícola: “si no hubiera agricultura, el mundo se pararía”.
¿Qué representa a título personal la incorporación al Consejo Rector?
Una gran satisfacción y muchas ganas, porque es la primera vez se incorpora una mujer a un cargo de decisión en la Cooperativa de Artajona desde su fundación en 1904. Es importante que la visión de las mujeres que trabajamos en el entorno rural esté representada y mostrar diferentes puntos de vista.
Pero, ¿por qué en una etapa de creciente profesionalización de la gestión de las cooperativas es tan importante el Consejo Rector?
En un mundo cada vez más globalizado y complejo se está produciendo una enorme evolución en las cooperativas. Si miramos a Artajona en los últimos diez años, sin ir más lejos, vemos que ha habido grandes transformaciones, con cada vez más volumen de negocio en la cooperativa que exige una agricultura muy profesional. El Consejo Rector es un órgano fundamental de decisión en la cooperativa. Por eso es importante que estemos bien asesorados, formarnos, conocer qué es un balance…Tenemos que estar cualificados pero también, como es nuestro caso, contar con un buen gerente para, por ejemplo, saber lo que es rentable para poder decidir bien.
La presencia de las mujeres en los órganos rectores de las cooperativas todavía es reducida ¿qué barreras hay que superar?
Tenemos que perder el miedo. Primero a asumir y ser más visibles en las labores del campo. Yo llegué a la agricultura de la mano de mi marido, porque en mi familia no había esa tradición y en la suya sí. Y he puesto en marcha mi propia explotación. Pero veo que en muchas familias con tradición agrícola que no tienen hijos varones o en las que ellos no quieren dedicarse al campo ni se plantean que las chicas puedan hacerlo. No se les anima, al contrario. O se piensa que solo pueden llevar las labores administrativas y de apoyo. Para que haya más mujeres en los Consejos Rectores también tiene que haber más mujeres activas, que no estén en la sombra. Nos falta dar el paso. En Artajona cuando estoy sembrando ya no les parece tan extraño. Cuantas más seamos menos raro parecerá que estemos en tanto en el tractor, como en el Consejo.
Precisamente, desde UCAN se ha iniciado un programa de trabajo para fomentar a una mayor visibilidad de las mujeres en el mundo agrario. Una de las primeras acciones fue organizar una visita a tu explotación en la que han participado otras agricultoras, gerentes y técnicas ¿Qué ha supuesto poder compartir tu experiencia?
Es algo muy satisfactorio. Ves que no estás sola, que hay más mujeres que viven su trabajo con entusiasmo, ganas y muchas ideas. Necesitamos visibilizarnos, reunirnos, estar, compartir, hacer visitas, debatir y mostrar de lo que somos capaces. Ser constantes y animarnos entre nosotras. Para así dejar de ser el bicho raro.
¿Ves el futuro con una mayor paridad en el sector agroalimentario?
Hay que recordar que hace treinta años todavía había muchas mujeres que no trabajaban fuera del hogar. Hoy en día la tendencia se ha invertido, es justo al contrario. Por eso creo que las cosas pueden cambiar. A la vuelta de veinte o treinta años veremos si ha merecido la pena. Pero si no lo hacemos nosotras, no lo va a hacer nadie.